La ansiedad en su dimensión patológica se puede considerar como un miedo “sin saber a qué”, miedo que no podemos relacionarlo con una causa o con un objeto. Es una respuesta de nuestro organismo que viene cargada de una sensación de temor o de amenaza. En su dimensión no patológica puede ser un mecanismo de respuesta adecuado ante situaciones de peligro, desarrollo de una tarea o afrontamiento de una adversidad y que ayuda a activar nuestro comportamiento y a movilizar nuestros recursos. Pero en numerosas ocasiones esa respuesta es desproporcionada a las exigencias que la ocasión requiere, es desconcertante al no saber dónde ubicar ese miedo y todo ello nos conduce a una situación de bloqueo. Además, viene cargada de sensaciones desagradables tanto en nuestra esfera cognitiva, como en la fisiológica: incertidumbre, preocupación, inseguridad, palpitaciones, síntomas respiratorios (ahogo, respiración rápida), sudoración, aprensión, nerviosismo, etc.
Los problemas de ansiedad son una de las alteraciones más frecuentes en la sociedad actual y en la población general. Se puede presentar como “ansiedad generalizada” y también como ataques de pánico. Debemos considerar también en algunos casos, su relación con la exigencias culturales y sociales de hoy día en los distintos ámbitos de nuestra vida: actividad laboral, familiar, relacional, etc.
Su abordaje terapéutico nos lleva en primer lugar a mitigar sus efectos desagradables y que condicionan el bienestar general de la persona para después llegar a la comprensión de los distintos significados que sustentan su aparición y mantenimiento..